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Durante su estancia en París, Frida conoce a Michel Petitjean, el enlace con la galería, al que regala como despedida uno de sus cuadros: El corazón.
El corazón de Frida Kahlo: vivo por siempre es una frase que nos hace imaginar que, efectivamente, el corazón de nuestra querida pintora mexicana permanecerá con nosotros por bastante tiempo.
Por ello, compartimos un poco del libro de la editorial Océano, que cuenta la breve historia de ella y su famoso cuadro.
¿Cómo nació esta historia?
Marc Petitjean, fotógrafo y cineasta francés, no tenía noción de que su padre Michel mantuvo una relación con una de las pintoras más icónicas de México.
¡Exacto!, estamos hablando de Frida Kahlo quién tenía 32 y Michel 29. Era 1939 y el encuentro se dio cuando Michel coordinó la exposición de Kahlo en la galería Renuo et Colle, en París.
Michel Petitjean y ella se convertirían en amantes. Disfrutarían de sus encuentros íntimos con pasión y compartirían ideologías y posturas políticas.
También, darían largas caminatas por París o en la campiña francesa, estarían juntos dejando pocas huellas del romance, salvo las que ella misma guardó en su casa.
Con Frida en el fondo no era muy importante comprenderse con palabras.
Michel Petitjean.
A Marc no le pasó por la mente que su padre hubiera tenido algún amorío con la pintora. Sabía que se conocieron y fueron cercanos por un regalo de ella: el cuadro de El corazón, que siempre adornó el salón principal de su casa.
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Fue en 2015 que Marc recibió una llamada desde México. Su informante le dejó saber de una treintena de cartas, recados y tres fotografías que daban cuenta de una relación amorosa entre Frida y Michel.
La pintora guardó todos esos documentos que él le escribió a ella, lo curioso es que de la pintora para él, no existe ningún texto.
Sin embargo, el rastro que se dio a conocer es justamente el cuadro que ella le regaló.
A partir de esa pintura y de esos documentos encontrados es que Marc Petitjean dedica dos años de su vida a investigar y recrear la apasionante relación de su padre con Kahlo.
Fue una relación intensa y corta. Antes de morir, Michel Petitjean decidió que el cuadro fuera subastado.
El corazón de Frida Kahlo: vivo por siempre, quedó plasmado en ese cuadro que en 1992, un comprador anónimo lo adquirió por 395 mil dólares y desde entonces se desconoce dónde está y quién es el propietario.